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lunes, 21 de mayo de 2012

Las semillas amarillas


Sumanique y San José Alto son caseríos donde predominaban cultivos de maíz, camote, yuca, frijoles, arvejas,  alfalfa y árboles frutales, así como la caña de azúcar.
Una Sra. llamada Julia, natural de San José Alto, nos decía que los cumpleaños duraban una semana y se mataba un cordero. "Esos tiempos de hacienda se tenía dinero y habían más animales que entonces criábamos en abundancia".
VISTA PANORÁMICA DESDE LA CIMA DE LA HUACA "LA NOVOA". DE CERCA SE VE EL CAMPO O CANCHA DE FUTBOL DEL EQUIPO "DE LA VEGA".

“Nadie robaba. Dejábamos las puertas abiertas”.

“Cuando se tenía que preparar la comida mi abuelita nos decía: vayan al campo y recojan las alverjas. Ella echaba a la olla por ejemplo un plato lleno de alverjas y otro lleno de arroz”.


"Al menos mi familia no tenía necesidad de ir al río a traer leña. Nosotros con nuestros árboles que sembrábamos, cortábamos las ramas y teníamos leña en abundancia para cocinar sin ningún problema".

“En esos tiempos no usábamos urea como abono. De la tierra solita brotaban las plantas y podíamos conseguir alverjas por cantidades”.

Como el campo es sacrificable, veremos el siguiente caso, uno corto pero muy interesante.
Cuenta que su abuelo Julio Vallejo le habló que los asuntos más extraños ocurrían cerca o alrededor de la huaca “La Novoa”, la tan famosa huaca donde se celebra la Festividad de la Santísima Cruz en Sumanique.
“La gente cuenta que esa huaca se abría” expresaba ella muy atenta. Luego nos habla: “mi abuelo me dijo que allá se encontraban semillas y abundante como el maíz. Sucede que cierta persona recogía todas las semillas que encontró un día y luego de recogerlas las llevó al campo de suelo plano para dejarlas secar. Estas semillas eran bien amarillas, muy amarillas, eran de oro.
Pero las colocaba para secarse porque se creía que eso se necesitaba en esas semillas que aún no estaban aptas para su consumo. Cuando el tiempo pasaba, fue el señor a ver sus semillas en el suelo y sucede que nunca las encontró, desaparecieron; ni ahí en su terreno ni en otro lugar. Lo que sí se asegura es que eran de oro”.

Fuente oral
Sra. Julia Solano Sanes (62 años).

Fotos
Prof. Miguel Núñez

sábado, 12 de mayo de 2012

El Curita



DE LA ACTUAL CAPILLA DE SAN ISIDRO LABRADOR EN SAN JOSÉ ALTO HACIA VARIOS METROS A LA IZQUIERDA ESTABA EL TERRENO DEL QUE SE CUENTA ESTE RELATO .

“Se cuenta a inicios de los 60´s entrando a San José Alto a la izquierda se podía ver las viviendas con sus huertas y una historia que una familia vivía.
En una de esas viviendas, para ser exactos en el terreno de Don Manuel Atoche, señor ya fallecido, se veía pasar a un curita del que su rostro no se podía apreciar. Dicho monje caminaba por el área de manera que ingresaba hacia un monte de chilco, carrizo y caña brava donde se perdía su presencia.
Yo tenía 10 años de edad (1961) y escuchaba al señor hablar sobre ese asunto.

Por San José Alto llegaron unos serranitos buscando trabajo. Don Atoche contrató a estos serranitos para que trabajaran en el monte y quiten todas esas plantas que se habían formado ahí. La gente contratada comenzó a trabajar cierto día y al cavar encontraron una lata llena con monedas de plata, eran monedas ´blancas´.

Después don Manuel vio que la gente llegada de los Andes no había venido para recibir el pago como se había quedado según el contrato. Esperó y esperó y se decía ­_esos serranos deben de regresar_ en expresión normal como llamar a alguien `moreno´.
Pero esa gente no regresó. ¿Qué había ocurrido?

Dicen que en ese monte donde estaban trabajando encontraron el latón, tan grande como un balde de aceite de plástico que vemos hoy. Esa lata poseía monedas de plata y los serranos se llevaron la gran cantidad de monedas y dejaron unas pocas como evidencia del hallazgo. Don Manuel Atoche vio la lata y esperaba a la gente contratada para pagarle, pero esa gente no llegó más, quizá por el hecho de haberse apoderado de las monedas de plata y se habrán dicho éstos:
`¡Para qué voy a cobrar una miseria teniendo ahora monedas de plata!´.

Da la casualidad que desde esa vez, nunca más apareció el Cura sin Cabeza, quien parece que con su presencia indicaba que había un tesoro cuyo premio se lo llevaron gente de otro lugar”.
ESTAMOS DELANTE DEL TERRENO DONDE MUCHÍSIMOS AÑOS ATRÁS OCURRIÓ LA HISTORIA QUE SE HABLA AQUÍ.

Fuente oral
Sra. Catalina Santisteban Sotero (61 años).

Fotos
Prof. Miguel Núñez