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martes, 19 de noviembre de 2019

Los duendecillos del cerezo


Cuenta un poblador muy anciano esta historia que ocurrió en la huerta de “La Calera” ascopana hace muchos años.
Don Carmelo era un hombre que vivía feliz con su familia en una finca. Cuando Don Carmelo bajaba al pueblo toda la gente lo miraba y lo saludaba con alegría ya que era una persona trabajadora y luchadora. La gente del poblado lo llamaba por el sobrenombre de “El Cerezo”.
Don Carmelo tenia la costumbre de levantarse muy temprano para recorrer su chacra en la que cultivaba plantas de cerezo; en otras oportunidades lo hacía para regar sus terrenos, también para disfrutar de la belleza del campo o escuchar el trinar de las avecillas. A él le gustaba oler el aroma de su tierra bendita.
Una fría noche, después de cenar, Don Carmelo fue como de costumbre con su linterna en mano y su palana, a un lugar de sus tierras donde él había sembrado hace mucho tiempo, unos pequeños árboles de cerezo. Él caminó muy entusiasmado y se puso a esperar al encargado de hacer el respectivo paso de agua para que pudiese regar sus tierras.
La luna brillaba con gran resplandor en la noche, y las lechuzas daban sus gritos habituales en la penumbra. Don Carmelo daba sus recorridos con su linterna por sus árboles de cerezo, abriendo las acequias de hierbas malas y cuanto escombro natural interrumpiera el paso del agua. Así se entretuvo por un buen tiempo hasta que llegase el encargado del agua. Pasaron varias horas, al ver que no llegaba decidió salir de la huerta con cierta mortificación. Empezó a caminar, el viento soplaba y siguió avanzando. De pronto llamó su atención unas risas, como de un grupo de niños; se detuvo para escuchar con más claridad y las vocecillas continuaban en la oscuridad de la noche. Luego siguió avanzando lentamente y escuchó los chapoteos que estos daban en un pequeño tramo de la enorme acequia.
El bullicio era como risas de niños que jugaban muy alegremente en el agua, que corría con tranquilidad y que la luz de la luna dejaba su reflejo mientras los árboles dormían en silencio. Al acercarse más para ver de lo que se trataba su corazón se agitaba como un volcán en erupción. Finalmente, lo que pudo ver en ese instante, fue un pequeño grupito de niños rubios, desnudos y con rasgos de vejez en el rostro, como si fueran ancianitos.
Don Carmelo al ver tal escena se asustó, su cuerpo se puso como la piel de gallina y le entró una sensación de pánico, no podía caminar, se paralizó. Posteriormente tomó un gran impulso y salió despavorido del lugar.
Al llegar a su casa, le contó todo a su esposa. Ella lo escuchaba con mucha atención, luego fue tranquilizado por un brebaje que su señora le había preparado. Posteriormente, pudieron deducir ambos que se había tratado de unos traviesos duendes que solo lo querían asustar en aquella huerta o que simplemente se había llevado a un niño de los brazos de su madre para que jueguen con el por toda la eternidad.
Se dice que Don Carmelo fue una persona que tuvo mucha suerte al contar esta historia fantástica que le pasó en aquella noche en su huerta ya que hay muchas personas que ven estas escenas de criaturas mitológicas. Pero, jamás vuelven a ser vistas por la gente o nunca vuelven a su casa para contarles a su familia.
Estrella Ascopana

I CONCURSO PROVINCIAL DE CUENTOS Y LEYENDAS "TEODORO RIVERO-AYLLÓN" realizado entre fines de octubre e inicios de noviembre de 2019.
NIVEL: SECUNDARIA-CATEGORÍA LEYENDA
CICLO: VII
SEGUNDO PUESTO
- Alumna: Aurora Christina Solano Sánchez
- Grado: 3° “B”
- Seudónimo: Estrella Ascopana
- Título de la leyenda: “Los duendecillos del cerezo”.
- Asesora: Profesora Mg. Rosa del Pilar Cabrera Huaripata.
- Puntaje: 76
- IE “Ramón Castilla”-Ascope.

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