ANTIGUA CARRETERA AFIRMADA A SUMANIQUE |
ACTUAL ENTRADA ASFALTADA A SUMANIQUE CON VEREDAS Y ÁRBOLES A LOS LADOS |
Tenía una cuñada llamada RosmeryAguilar,
a quien visitábamos de vez en cuando en aquellas casas huertas del fondo del
caserío de Sumanique. Los años ‘80s mostraban unas viviendas que casi no habían
cambiado desde años atrás.
Mi madre Olga me enviaba para
algunos recados junto con mi hermana Roxana, aún éramos muy pequeños, niños de
primaria. __¡Vayan y tengan cuidado! ¡Caminen por el lado de la izquierda donde
hay una acequia, salten y si alguien les llama no hagan caso! __ Decía mi
madrecita.
Cuando a veces era algo tarde nos
decía __Mejor caminen y regresen por la primera calle que entra a Sumanique
caminen de frente__ Yo seguía en lo mismo…..sin entender y más bien asustado.
Yo poseía mucha curiosidad, la
gente no era desagradable, pero sí los accidentes que uno puede tener al pasar
por un lugar que casi no se transitaba como una calle cartavina denominadas Real, Bazar,
Zafra, entre otras. A veces me parecía entender que aparecían fantasmas…mi
mente estaba en esas cosas porque había escuchado relatos…pero nunca imaginé
que por esa primera calle del caserío antiguo, donde había transcurrido muchas veces, había
fallecido en antaño una niñita de quien mi ex profesor cuenta a continuación.
SEGÚN MI MADRE PODÍAMOS IR HASTA EL FONDO DE SUMANIQUE POR EL LADO IZQUIERDO QUE ES MÁS SOLITARIO Y POR EL LADO DERECHO (QUE ES LA PRIMERA CALLE) |
De
todos los ciruelos que sembró mi abuelo Arturo frente a la vieja casa que
tenían mis padres en el pueblo de Sumanique, aún recuerdo el que se levantaba a
todo oriundo y majestuoso cerca al pozo de donde extraíamos el agua para la
casa.
Al pie
de aquel árbol de deliciosos frutos, se había instalado una vasija para
preparar la lejía. Era una vasija grande que tenía la forma de una tinaja de
arcilla que mi padre había encontrado en una de las tantas huacas que existían
en el caserío, y en la cual mi mamá echaba ceniza y agua para que con el paso
de los días se convierta en lejía. Con esto, hijos, nos decía, blanqueo y
desinfecto la ropa de todos ustedes.
Recuerdo
que cierto día llegó a la casa un señor que sostuvo ser huaquero y le regaló a
mi madre un costalito lleno de ceniza, para que usted prepare su lejía, le
dijo. Nunca supimos cómo lo consiguió ni de dónde lo trajo; lo cierto es que
desde que se empezó a usar dicha ceniza en la preparación de la lejía, comenzó
por las noches a escucharse llantos y quejidos que parecían ser de un niño que
provenía de un ciruelo donde se encontraba la vasija. Al comienzo no le dimos
importancia y llegamos a pensar más bien que era el sonido que producían las
ramas al ser mecidas por el viento.
LA CALLE DONDE OCURRIÓ EL RELATO |
Con el
paso de los días pudimos constatar que cada vez que se escuchaban aquellos
llantos y quejidos, al otro día el agua de la vasija de lejía amanecía turbia
como si por la noche la hubieran removido, mientras que el ciruelo daba señas
de haber sido maltratado por alguien que quería treparlo desesperadamente.
……….por
temor dejamos de columpiarnos en sus ramas. Sin embargo todo siguió igual hasta
aquel día en que la familia se reunió en casa para celebrar el cumpleaños de mi
padre. Mientras los mayores bebían y bailaban con entusiasmo, nosotros
jugábamos pro el corral de las gallinas y por la huerta llena de granados y
árboles frutales.
Recuerdo
bien que fue después de la hora de almuerzo que mi tía Rosenda echó de menos a
su hija Maricela, de apenas cinco años de edad. Nos preguntó si la habíamos
visto, no, no, no la hemos visto, le respondimos. La buscó por la casa, por el
corral, por la huerta y por último la escuchamos llamándola a gritos:
¡Maricela! ¡Maricela! ¡Hijiiiita, dónde estáaaas! Mas nadie le respondía. Todos
solo atinaban a darle aliento diciéndole, no te preocupes, por allí debe estar…..Pero
la niña no aparecía por ningún lado.
Fue
entonces que la familia en pleno decidió salir a buscarla: unos corrieron a ver
si había caído al pozo de agua; otros, a las acequias cercanas………..Mis primos y
yo también salimos a buscarla por el pueblo, preguntamos a los vecinos……..nadie
daba razón de su paradero.
…la
habían encontrado ahogada en aquella vasija de lejía.
Cuando la niña estaba perdida, la familia comenzó a buscarla a preguntar en los vecinos. En ese tiempo no había pista, ni teléfono. Se tenía que caminar por el campo. |
Llegaron
a decir algunos que trató de jugar en la vasija de lejía o trepar al árbol de
ciruelo y cayó….A los pocos días de aquel infausto suceso, mi madre mandó que
arrojáramos a la acequia aquel costal con ceniza y ordenó que destruyan la
vasija de lejía, y parece también quiso cortar el ciruelo, pero las “lágrimas”
que pudo ver en su rostro, al hizo comprender que él también estaba triste por
lo que había sucedido, y desistió de aquella idea.
Mi
padre, por su parte, sólo dijo que gracias a la tragedia de la prima Mariciela
el alma que penaba en la vasija se había liberado de aquel raro hechizo…..desde
ese día desaparecieron por encanto aquellos llantos y quejidos y las noches
recuperaron la calma perdida…..con el tiempo el ciruelo empezó a mostrar su lozanía
de antes y nosotros volvimos a columpiarnos entre sus brazos….Con el tiempo nos
cambiamos de casa y el pozo terminó por secarse y derrumbarse al igual que la
vasija de lejía. Sin embargo hasta hoy permanece de pie aquel recordado árbol
de ciruelo. Claro que ahora aluce menos frondoso y más viejo…..sus frutos
siguen siendo el deleite de los niños de mi pueblo.
SÁNCHEZ
VEGA, Carlos: “ENTRE DUENDES Y LUCIÉRNAGAS” . Pág. 21-27.
Fotos: Lic. Miguel Núñez Bartolo.
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