Empecemos primero con algunas cortas experiencias.
"El papá de mi papá
había contado una serie de experiencias que son inexistentes ahora en nuestro
pueblo. Hasta mi esposo Hipólito Villanueva Sánchez, llegaba a mí a decirme
algunas cosas que a cualquiera puede asustar y decir que debemos respetar y
amar a Dios o no ser inhumano con nuestro prójimo cuando nos necesita”.
“Un señor se burló
de nuestra Cruz expresando “¡Ese palo que llevan, ve!” estaba algo mareado un
día parece. Estando en lo alto de la cima de a huaca Novoa se cayó y los demás
lo vimos. Él atinó a levantarse, limpiarse e irse por donde vino”.
“Han habido casos
de que deseábamos que la gente colabore para hacerle la fiesta a la Santísima
Cruz, pero varias nos cerraron las puertas y se negaron. Luego les sucedía algo
malo y venían inmediatamente aquí para dejar sus ofrendas a la Cruz”.
“La costumbre de
maldecir y mentar el nombre del demonio o tan sólo mencionarlo hacía que ese
espíritu aparezca a lado de uno, justo a nuestro costado. Por eso no era bueno
mencionarlo en tiempos antiguos. La gente debía tener cuidado porque no es de
fiar ni nos trae nada bueno”.
Es más o menos el consejo que
quiso darme la buena señora Julia respetando yo sus principios religiosos y
culturales que recibió de generaciones pasadas.
DON JOSÉ ELÍAS CAIGUARAICO SOLANO. UN GRAN SEÑOR QUE MANTENÍA VIVA LA TRADICIÓN DE LOS RELATOS. |
Cuenta el siguiente relato donde
en una vivienda de Sumanique, vivía una familia común y corriente. Una esposa,
un esposo y ambos con sus hijas.
Cierto día la mujer de la casa
falleció y el esposo solito debía hacerse cargo del cuidado de las aún
pequeñas.
Un día el esposo se fue a
trabajar y dejaba solas a sus hijas. Al regresar de su trabajo notó algo
extraño. Ingresaba y veía a la casa limpia y a sus pequeñas peinadas y
cambiadas, osea impecables. Pero no tomó importancia.
Continuó con la rutina de
siempre. Y al llegar a casa, luego de su labor, vio nuevamente la casa y a sus
hijitas “arregladitas” y no sólo eso sino que hasta la comida estaba lista para
servirse.
_ ¿Qué pasa aquí? Nadie se queda
con mis hijas estos días y sin embargo están tan vestiditas, sus cabellos bien
peinados. Mi casa, mi casa también arreglada ¿pero si mis hijas son pequeñas,
ellas no puede hacer esto_ pensó el hombre.
Y dirigiéndose a sus niñas les
preguntó cómo era posible suceder eso.
_ ¡Papá, mi mamá ha venido! ¡Ella
es la que viene a hacer limpieza y nos arregla! Lo malo es que luego se va, ¡pero
promete volver papá!_ respondieron las pequeñas.
Las viviendas de Sumanique tienen
una característica tan igual como la infraestructura de las casas de campo.
Materiales de adobe, barro, techo de esteras con vigas, carrizo, caña brava y
barro. Podían tener un hol de plantas o de adobe y barro, además de una
ramadita en la parte externa acompañado de árboles. Lo bello de estas casas es
que casi siempre tenían árboles y diversas plantas dentro de su huerta. El pozo
de agua nunca debería faltar.
La vivienda de esta familia tenía
estas características.
El viudo entonces decidió
quedarse en casa y dejar que las niñas caminen por aquí y por allá. Se
escondió, tratando que ellas no se den cuenta de su presencia.
Las pequeñas hijas entonces
abrieron la puerta para ver entrar a su madre. Esta señora había ingresado
encantando a su prole. El esposo desde su escondite logró ver todo y no salió
de ahí para nada. Esperó a que se vaya y asustado pensó y pensó _ ¿Qué hago? _ se dijo.
Fue a ver a un sacerdote con quien
tuvo el siguiente diálogo.
__ Padrecito, le vengo a contar
lo que sucede en mi hogar……__ explicó todo desde el comienzo.
__ ¿Sabes si tu esposa es
bautizada? __ le dijo el sacerdote
__ No, padre. Ella no fue
bautizada. Tampoco nos hemos casado, sólo hemos convivido __
__ Ten cuidado. Ve si llega me
avisas, yo le pondré un lazo__
TRAJE PROPIO DE LOS SACERDOTES EN TIEMPOS DE HACIENDA. FOTO:
|
httpcartavio.comli.com
El viudo regresó a su casa. Y
entonces vio llegar a su mujer difunta. Rápido corrió y dio aviso al sacerdote.
Juntos, listos de alguna forma, estuvieron dentro de la casa con mucho cuidado.
El sacerdote de manera sorpresiva
corrió tras la adulta mujer y le puso inmediatamente un lazo.
_ ¿Por qué llegas? ¿Por qué
apareces? _
_ Vengo porque quiero ver a mis
hijas _
_ ¿Pero por qué no estás
descansando o en el cielo?
_ Es que en el cielo no me
reciben _ responde el alma muy apenada.
_ Bueno hija mía, yo rezaré por
ti mucho en este instante por tu alma. No te preocupes_
El sacerdote puso empeño en su
trabajo religioso rezó, la bautizó y le quitó el lazo del cuello que había
puesto antes.
_ Ahora sí puedes irte _ terminó
el cura diciendo.
La difunta se fue para siempre y
no volvió más. La casa quedó como antes, padre viudo impresionado junto a las
hijitas inocentes que no entendían la diferencia entre la vida y la muerte.
Fuente:
Doña Julia Caiguaraico Aguilar.
Fotos (exceptuando la última):
Prof. Victor Miguel Núñez
Bartolo.
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